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martes, 26 de julio de 2011

Todo listo para una noche que se cerró en agua.

Por Juan F. Navajas Vega










1 comentario:

  1. Ya de vuelta. Tempus fugit... como decía hace bien poco nuestro querido Alectoris. Y para alegrar el aterrizaje en mitad de la rutina una serie de magníficas fotos colgadas por Juanito Navajas de uno de los momentos más íntimos, al menos para quien esto escribe, de toda nuestra Semana Santa. Reflejan el culmen buscado, anhelado, perseguido durante cada largo año... reflejan el trabajo de muchos, la ilusión compartida de más, el esfuerzo y el orgullo de tantos como fueron, de todos los que somos, de los que, Dios quiera, siempre sean... reflejan la perfecta conjunción de lo viejo que eterno siempre reverdece resistiéndose a morir con lo nuevo que siempre envejece disponiéndose a vivir. Y es que, a fin de cuentas, las fotos no reflejan sino nuestra certeza y nuestra esperanza, nuestra fe y nuestra devoción. Reflejan el peso de la historia y de la tradición, el empeño de los que nos antecedieron, la perseverancia por legarnos la Institución.

    Las fotos reflejan la cofradía, o mejor dicho, la Cofradía, el Jueves Santo cuando ya el sol en la calle ha doblado con creces el cenit del mediodía. Y es que, a esa hora, todo suele estar listo para que nuevamente vuelva a consumarse la Conmemoración. Un año más, la Pasión según Castro.

    Si observáis con detenimiento, en las imágenes casi se pueden intuir los útimos alfileres de las camareras, las últimas comprobaciones de los Albaceas de paso, los últimos retoques de la florista realizados sobre alguna efímera belleza que ha decidido por su cuenta adelantar presurosa su digno e inevitable sacrificio.

    En la Iglesia, a esa hora, apenas si queda nadie. La mañana, como siempre, ha sido intensa, de idas y venidas, de cirios y de báculos, de incensarios que limpiar, de carboncillos que preparar. La mañana, como siempre, ha sido fugaz, breve como un poema, presurosa como las nubes que emborronaban el azul de cielo.

    Pero a esa hora, en la Iglesia apenas si queda nadie; sólo unas cuatas miradas de cofrade complicidad, unas oraciones en acción de gracias por permitirnos, otro año más, contemplar tan magnífica visión, unos recuerdos vueltos susurros por los que ya no están, por los que se fueron, por los que, desde el Cielo, estarán contemplando qué hemos sido capaces de crear, de conservar, de compartir...

    A esa hora, ya casi no queda nadie. Vayámonos pues nosotros también. Cerremos el cancel de madera y el postiguillo de metal. Abracemos la primavera que estalla blanca en los naranjos del Llano. Aspiremos la tibieza de su embriagador olor y dispongámonos, como dicen que afirma el dean, a comprobar que nuestro pueblo también se encuentra tranquilo como corresponde a la festividad del día.

    El metálico ruído de la puerta supongo que para muchos marca el principio. Para mí el final. Hasta el año que viene no tendré la oportunidad de poder contemplar, de casi alcanzar con los dedos, dónde en verdad se encuentra la alegría y el gozo,la necesaria obligación que, como penitencia, intente llenar de sentido el más cofrade de los términos, ése que nos define, por encima de todo y de todos, como HERMANDAD.

    Desgraciadamente, llovió. A pesar de todo, creo que actuamos correctamente. El año que viene está ahí mismo, esperándonos.

    Gracias por las fotos Juanito.

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