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Costaleros

Si nos detuviéramos a analizar con cierta profundidad el devenir de nuestra Cofradía en los últimos cuarenta años, podríamos observar que en ese período de tiempo se producen tres puntos de inflexión que cambiaron, en todos los casos a mejor, las dinámicas hasta esos momentos vigentes.

El primero de ellos fue la construcción en 1974 del paso de Nuestra Titular, la Santa Vera Cruz. El segundo, la realización en 1977 de nuevos trajes de romanos, lo cual produce, tanto en los que los visten como en muchos otros, un joven y ambicioso despertar cofrade y una nueva forma de comprometerse con la Institución que termina por sacar a hombros, en 1979, la Imagen del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, hecho que marca el inicio de un fructífero y expansivo período en nuestra Hermandad. El tercero de esos puntos de inflexión, y que aquí nos ocupa, también hay que situarlo en otro período bianual. Éste no es otro que la definitiva apertura de nuestra Casa Hermandad en 1998 tras dos años de obras y el empeño, desde el momento de la inauguración, de un joven grupo de nuestros hermanos por hacer realidad su sueño: sacar a costal en el desfile procesional del Jueves Santo la Bendita Imagen de Nuestra Madre, María Santísima de los Dolores, hecho que se produciría dos años después, el Jueves Santo del año 2000.

Como todo nacimiento, tampoco la irrupción de los costaleros en el desfile procesional de nuestra Hermandad, y por extensión en los de la Semana Santa de Castro del Río, estuvo exento de dificultades. Éste es el relato, más o menos pormenorizado, de lo que el acontecimiento supuso en la intrahistoria de nuestra centenaria Congregación.

Una vez pasada la Semana Santa de 1997, celebramos nuestra tradicional “Taleguilla” en la finca “El Toril”, propiedad de uno de nuestros hermanos. En el transcurso de la misma, Andrés Pérez Villatoro, a instancias de Bernabé Escobar Pérez, que no podía estar presente, comenta con un grupo de nuestros jóvenes hermanos, encabezados por Salvador Redondo Vera, las muchas bondades que en todos los sentidos podría aportar la salida a costal de nuestra Venerada Imagen. Prendida así la mecha, es al año siguiente, 1998, cuando Salvador Redondo informa al Cabildo General de la existencia de un grupo numeroso de personas que estarían dispuestas a hacer Estación de Penitencia de esta novedosa forma. La mala situación económica que endémicamente azota a nuestra Hermandad y, quizás, el miedo del Cabildo a emprender una nueva aventura que allí se presumía de incierto futuro, hicieron que el proyecto fuera pospuesto en espera de mejor ocasión.

Lejos de amilanarse ante el inicial rechazo, teniendo como base de operaciones un conocido establecimiento de hostelería castreño, el Pub Blanzul, aquel grupo de inquietos cruceros comienza un esforzado período de captación de aspirantes. Tal es el éxito que cosechan en la tarea, tal la solidez y la seriedad del nuevo proyecto presentado a debate, que sólo un año más tarde, en 1999, rendidos todos los iniciales recelos, la Hermandad autoriza la creación de la primera cuadrilla de costaleros que haría gozosa Estación de Penitencia portando sobre sus cuellos la Sagrada Imagen de María Santísima de los Dolores.

Poco, o nada, se sabía por aquel entonces en nuestro pueblo sobre los elementos necesarios con los que llevar a buen puerto tan honorable tarea. Nada se conocía de costales, ni de fajas, ni de zapatillas, ni de nada que se le pareciera. Mucho menos del más primordial de todos, la mesa de trabajo. Ahora bien, una de las más positivas características de nuestra Hermandad es que somos muchas las personas que, en torno al Sagrado Árbol de la Vida nos aglutinamos, con lo que, por la más elemental de las lógicas, muchos también  los contactos a los que podemos acceder.

Como prueba de ello, el encuentro de vital importancia que va a propiciar otro de nuestros hermanos en Cristo, Carlos Samaniego Bergillos, cofrade también en la cordobesa Hermandad de la Esperanza,  donde mantiene una estrecha relación con unos carpinteros, hermanos ellos entre sí, que quiso la Providencia Divina que, además, fueran aficionados al mundo del costal, del que conocían minuciosamente sus interioridades, y que puestos al tanto de nuestras necesidades, se ofrecen para construirnos la mesa. Tras los primeros contactos, también hacen algo más: se comprometen a ser el equipo de capataces que formará y dirigirá a nuestra primera cuadrilla de costaleros. Sus nombres han quedado grabados con letras de oro en la historia de nuestra Cofradía. Rafael, José y Antonio Merina García, de manera muy especial el primero de ellos, al que nunca podremos agradecer, personal e institucionalmente, tanto bueno como nos ha aportado.

Superados de este modo con éxito los primeros e importantes inconvenientes, en el otoño de 1999 comienzan las primeras clases teóricas sobre cómo hacerse la ropa, sobre las más adecuadas técnicas con las que cargar correctamente, sobre las distintas formas de andar de los pasos… para acto seguido dar comienzo a la realización de los primeros ensayos. En la memoria de todos los que amamos esta Venerable Institución quedarán para siempre indelebles las imágenes de los muchos ensayos que aquel año se hicieron, del frío que inclemente azotó gran parte de ellos, pero también del tesón que ávidamente empujaba al grupo a aprender, de la devoción que, incipiente, en tantos comenzaba a instalarse para ayudarlos a superar cualquier dificultad.


En la memoria de todos los que, por íntimo sentimiento, somos cruceros de La Primera, permanecerá también para siempre imborrable la primera salida a costal de María Santísima de los Dolores el Jueves Santo del año de Nuestro Señor Jesucristo de 2000. Se desbordaron tantas emociones, no sólo en ese año, sino también en todos los consiguientes, que necesitaríamos varias páginas y miles de palabras para poder relatarlas siquiera someramente. Apuntar que, desde esa fecha, esta cuadrilla sólo ha tenido dos capataces, el ya nombrado Rafael Merina García, y desde este año de 2011, Francisco Javier Sánchez Mármol.

Calan tan hondos los sentimientos de la trabajadera en Castro que nuestra Hermandad, en Cabildo General, y a la vista del empuje, el compromiso y el vigor cofrades que demuestran las personas que participan en la cuadrilla que saca a costal el paso de María Santísima de los Dolores, decide, ante la afluencia masiva de jóvenes -y no tan jóvenes- y  su persistente demanda, impulsar la creación de una cuadrilla de costaleros que sacaría la Imagen de Nuestro Padre Jesús Preso. Corría el A.D. de 2001.

Así pues, es en Octubre de ese año, tras una primera toma de contacto con las personas que deseaban formar parte de esta nueva cuadrilla, cuando se comienza a fraguar el nuevo proyecto. Destacar de estos inicios la total disponibilidad por parte de los que, por problemas de altura, fueron conminados a cambiar de paso -principalmente la primera y segunda trabajaderas originales del palio-, hecho que aceptan con disciplina cofrade incluso en contra de sus propios sentimientos.

Los primeros ensayos comienzan en Noviembre de 2001 y se realizan con la mesa de la Virgen de los Dolores, ya que no estaban acabados los trabajos de acondicionamiento del viejo paso. En Enero de 2002 se vuelven a retomar, ya con la recién adaptada mesa, para, entre nervios y anhelos, lograr que sean el esfuerzo y la disciplina los que hagan recoger los primeros y prometedores frutos.

El esperado Jueves Santo de aquel año de Nuestro Señor de 2002 cumplió con creces todas las expectativas. La cuadrilla, como seguía haciendo la del Palio, dio sobradas muestras de que detrás del costal, la faja y las zapatillas, también había compañerismo, hermandad y fe; detrás de cada “izquierdo” briosa voluntad; detrás de cada “costero” tenaz esfuerzo, detrás de cada ardoroso paso, la más firme, perseverante y convencida forma de hacer la más literal Estación de Penitencia.


La gloriosa noche del Jueves Santo de 2002 en la que la Venerable Cofradía y Hermandad de la Santa Vera Cruz hizo, por primera vez en su historia, su desfile procesional con dos de sus pasos llevados a costal, no pudo tener un más brillante colofón. Y es que llegado el mismo al Llano de la Iglesia, un Encuentro cara a cara entre Nuestro Padre Jesús Preso y su Madre, María Santísima de los Dolores, hizo estallar de júbilo, gozo y devoción a todos los corazones que abarrotaron tan espacioso recinto. Fue tal la cantidad de público que, con desbordada expectación, allí se congregó para ver la entrada en su templo de nuestra procesión, que ésta, dando cumplido deseo al ingente movimiento de fieles que nos acompañó durante toda la carrera oficial, tuvo que alargarse hasta pocos minutos antes de las tres de la madrugada. Difícil, nuevamente, describir el torrente de sentimientos que a todos nos inundó por completo en aquella bendita noche.

A lo largo de su cada vez más larga existencia, la cuadrilla de “El Preso” ha sido comandada, como sucede con la del Palio, por sólo dos capataces, José Merina García y Juan Francisco Navajas Vega, que ostenta el cargo desde el pasado 2006.

Todo lo anteriormente relatado no supuso un punto y final en la historia de la incorporación de la figura del costalero a los desfiles de nuestra Hermandad. Ni mucho menos. Todavía dos de nuestros pasos seguian saliendo a ruedas y la fiebre por el costal, lejos de remitir, y a pesar de la auténtica legión de sanadores que sin descanso actuó en aquellos años persiguiendo curarla, se propagaba sin remedio por otras muchas nuevas aspiraciones cofrades. Tal es así que tan “persistente enfermedad” siguió avanzando hasta que se enraizó en un grupo que, reclamando también su sitio, llamó a la puerta del mundo del costal con la suficiente determinación y fuerza. Había llegado el tiempo de las mujeres, de las obstinadas y tenaces cruceras.

A pesar de las grandes expectativas inicialmente creadas, una primera reunión celebrada en el verano de 2003 no termina de despejar las reticencias que para nuestra Hermandad suponía sacar un tercer paso a costal con todo lo que aquello implicaba: hacer otra nueva mesa, buscar un equipo de capataces, una banda de música... y todo ello inmerso en el, ya más que clásico, contexto del endémico y pertinaz déficit en el balance económico de la Cofradía… La duda se acrecentó cuando a la cita antes reseñada sólo asistieron poco más de una veintena de mujeres, casi todas ellas muy jóvenes. De nuevo, como en anteriores ocasiones, la indecisión y la incertidumbre se instaló en los que tenían que resolver, a los que no quedó más opción que seguir adelante con el proyecto y esperar acontecimientos.

Mientras tanto, finalizando el verano, uno de los más grandes  inconvenientes quedó  resuelto de forma más que satisfactoria. Nuevamente, a través de unos contactos, esta vez de José Mª Pulido Gutiérrez, se encontró capataz y ayudante en las personas de Antonio Requena López y Rafael Pérez García, provenientes ambos de la cordobesa Hermandad de "El Cerro". Para nuestra suerte, el venir ambos de una Institución parecida a la nuestra, y en la que, en otro tiempo, a la escasez de recursos también oponían mucho ingenio, trajo consigo su más leal ofrecimiento para hacer las adaptaciones necesarias. Situado el paso en Córdoba, artesanos que conocían construyeron una nueva mesa metálica donde acoplaron la existente canastilla y unos nuevos respiraderos, a los que después hubo que revestir de verde tercipelo aquí en nuestro pueblo. Destacar el hecho de que todo se realizó sobre un montante económico que, en tan cruciales momentos -con el agua de las cuentas superando con creces el cuello-, nos permitió seguir respirando sin, todavía, ahogarnos.

Lo que no terminaba la Hermandad de disipar era el fundado temor ante el escaso número de componentes que sumaba la cuadrilla. Tanto es así que, a punto de comenzar los primeros ensayos, en el mes de Enero de 2004, la Junta de Gobierno, en una reunión específica sobre el tema, decide posponer un año el proyecto ante las más que airadas protestas de las que llevaban meses esperando su momento rebosantes de ilusión. Nunca una decisión tan negativa provocó más satisfacciones posteriores. En un solo día, el irreductible grupo impulsor del proyecto, logra convencer a más de cuarenta y cinco mujeres dispuestas a portar sobre sus cuellos a Nuestro Padre Jesús en la Oración del Huerto. Con la misma inusitada rapidez con la que habían conseguido aunar esfuerzos, solicitaron para el día siguiente otra reunión con la Junta de Gobierno. Allí presentaron la extensa lista de nombres que habían conseguido reunir, pidieron la confianza necesaria con la que poder demostrar que ellas eran tan cofrades como cualquiera y afirmaron, con la más creíble de las elocuencias, que estaban dispuestas a dejarse lo que hiciera falta con tal de sacar a costal el paso de “El Huerto”. En verdad, años después, no nos cabe otra que reconocer tal perseverancia y tozudez como un hecho digno de admiración y que sin duda merece pasar a los anales de nuestra historia.

Lo consiguieron. Los domingos a las nueve de la mañana, con la helada una mayoría de los días aún sin derretir, con las caras somnolientas todavía sin despertar, comenzaron los ensayos. Primero con la mesa de “El Preso”, luego, cuando por fin vino, con la suya propia. Y así fueron creciendo como costaleras del Señor, aliviando al principio las levantás, aprendiendo con entrega y pasión las formas de andar, parando en el Llano de Jesús un rato para tomar resuello, para fumar un cigarrillo, para conocer poco a poco qué significa ser y hacer hermandad. Y Torrecilla arriba, de vuelta a la Casa que a tantos nos acoge, con esfuerzo, con tesón, con orgullo de mujer, la entrega de lo mejor de sí mismas en pos de conseguir el común objetivo al que solemnemente se habían comprometido. Un domingo detrás de otro.


El Jueves Santo de 2004, la Marcha Real rindió honores a Nuestro Padre Jesús en la Oración del Huerto cuando salía por la puerta de la Parroquia de la Asunción. En este cotidiano hecho de tan glorioso día, hubo una importante novedad. Entre sollozos y lágrimas, con la emoción anegando hasta la fibra más íntima de su jóvenes corazones, un grupo de decididas mujeres lo cargaba sobre sus cuellos. Así lo sacaron y lo hicieron andar, con maestría,  y lo portaron como lo hubiera hecho cualquier otra cuadrilla, más incluso, cuando comenzó a llover y tuvieron que regresar enjugando lágrimas de impotencia y desolación. Desde ese mismo momento nadie podrá negarles que son, de igual modo, merecedoras de la más absoluta de las confianzas.

Por lo que respecta a sus capataces, señalar que cuatro han sido las personas que han tenido el honor de llamar con el martillo del paso. Antonio Requena López, José Merina García, Manuel Jiménez Muñoz y José Mª López Montes, que ejerce el cargo desde el pasado 2010.

Aquí vamos a poner un punto y seguido a este relato de faja y costal que en los últimos once años se ha venido escribiendo en las blancas páginas de la Historia de nuestra Hermandad. No es otro nuestro deseo que mucho reste aún por reseñar. Ésa será la más fehaciente prueba que confirme la futura existencia de la figura del costalero en nuestros desfiles procesionales. Dios Todopoderoso así lo quiera.

Desde este seguro y afianzado presente, atrás se van quedando aquellos primeros tiempos en los que todo fue nuevo: las palabras, los hechos, las liturgias y hasta los aplausos. Atrás se van quedando también los primeros detractores, aquellos que, con discursos poco menos que apocalípticos, acusaban a los costaleros de no ser compatibles con nuestras tradicionales formas de conmemorar la Semana Santa, a las que estaban infringiendo un irreversible e irreparable daño. Atrás, aunque desgraciadamente no todos, se van quedando muchos de aquellos que intentaron, con todos los medios a su alcance, que esta comprometida, anónima y particular forma de hacer Estación de Penitencia no pudiera ser nunca una viable y libre alternativa a su cosmovisión exclusiva y excluyente de la Semana Santa. Atrás se van quedando, como lo hacen las noches y los días, los triunfos y las derrotas de este simpar y dinámico grupo humano de nuestra Hermandad  que se ha hecho muy grande con el paso de los años, que sigue luchando por serlo aún más. Y todo ello -mal que les pese a los de siempre- siempre rezando, con los pies cuando cargan con su devoción, con el corazón cuando se sitúan frente a ella. Todo de forma sencilla, callada, anónima y desinteresada, sin buscar ni pretender más protagonismo que aquél que tienen cuando van dentro de los pasos.

Quiera Dios que sigan apretándose la faja y poniéndose el costal, hechos siempre un solo sentimiento, prestos a ponerse a las órdenes del más Divino Capataz. Quiera Dios que sigan entendiendo cuál es su sitio, su destino, su importante misión. Quiera Dios que nunca los separen los centímetros ni las medidas, que sean siempre costaleros de su pueblo, de su Hermandad, nada más ni nada menos. Quiera Dios  que cuando enzalsen su labor siempre la definan como devoción y nunca como trabajo, que jamás se dejen arrastrar por tantos nuevos profetas del costal que, con la misma convicción, -Joaquín de Velasco dixit- lo mismo les da cargar un paso de Palio que un piano de cola.

Quiera Dios que nunca olviden de dónde vienen y adónde van, cuál es el espíritu que los hizo nacer y crecer, quiénes son los que verdaderamente los quieren, los respetan y los apoyan. Quiera Dios que cada Jueves Santo sigan siendo costaleros y costaleras de la Vera Cruz, de La Primera, todos juntos y unidos en una única, feliz, solidaria y comprometida cuadrilla. Quiera Dios que cuando los martillos los llamen, expectantes, sean capaces de comprender que están allí porque persiguen la Gloria de Dios a través del gozo y el inabarcable orgullo que hace andar por las calles de Castro del Río a Nuestros Benditos Titulares. Quiera Dios que, en tiempos presentes y futuros, así sea.








© Venerable Cofradía y Hermandad de la Santa Vera Cruz
Castro del Río


Agosto a.D. 2011 

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