Entre tanto ruido muchos no se habrán percatado ni de su presencia. Sobre todo los que, como decía un artículo cofrade que leí hace tiempo y que, por más que lo busco, no consigo encontrar para traerlo a este espacio, tradicionalmente vinculan su ancestral y antiquísimo compromiso a un crucial período de tiempo acotado por el inconfundible sonido que, con el intervalo de sólo unas horas, se repite dos veces. Una, la primera, cuando chirrían los cerrojos de la puerta mayor languideciendo la tarde y otra, la segunda, cuando vuelven a gruñir reinando ya la madrugada. Para no faltar a la verdad, a veces ni eso. O llegan tarde a la salida por culpa de sus vitales compromisos o se agotan tan rápido que su ineludible y sagrado designio no les da fuerzas ni para escuchar cómo se entristecen los viejos canceles cuando todo, de nuevo, ha vuelto a acabarse.
Pero, en fin, que como eso es materia de otro debate y de foro más adecuado, vayamos con lo de hoy. Y lo que toca es comunicar que llegaron el mismo Jueves Santo. Observen vuesas mercedes con atención: el mismo Jueves Santo a media mañana; ahí tienen otra fehaciente prueba de nuestra tenaz y denodada lucha en pos de conservar nuestras más identitarias tradiciones. Como digo, llegaron en silencio, envueltos en protector plástico de burbujas, de la mano de sus creadores, y aunque ya conocían el entorno por habernos visitado unas pocas fechas antes, fue en tan señalado día y momento cuando pudieron comprobar el simpar privilegio que la historia les tenía reservado: ser parte visible del majestuoso altar que los cruceros de Castro del Río, con mucho esfuerzo, están completando para rendir culto público a su Madre Celestial, proclamar a la Señora de la Villa cada Jueves Santo, anunciar y consolar al dolor de los Dolores, alabar con sincera devoción a la Santísima Virgen María, gloriosa abogada intercesora de tantos solícitos favores.
Aún no están terminados. Les falta la última capa de su policromía y concluir el anuncio que llevarán en los plateados paños que sujetan con las manos. Para el que no lo sepa, y de izquierda a derecha, el primero llevará grabado en el lienzo Stabat Mater, el segundo Dolorosa. Cuando se terminen los que irán en las esquinas traseras del paso, el tercero anunciará Iuxta crucem y el cuarto Lacrimosa. Aclarar a posibles “puntualizadores”, antes que la cosa pueda pasar a mayores, que dum pendebat filius no lo podemos poner porque ya no nos cabe en tan reducidos espacios, no porque no nos sepamos la letra completa.
¡¡Señor, Señor, cómo nos gusta un ángel!! Ya tenemos siete. Faltan, al menos, otros dos y los nuevos arcángeles que iluminarán al Huerto. Once en total, por ahora. Un completo equipo de fútbol. Pero que ninguno se llame a engaño. El capitán, al que todos ellos tendrán siempre que obedecer y respetar, será Hugo, que para eso es quien ostenta mayor antigüedad.
Termino por hoy. Como siempre nuestra felicitación a Don Andrés y Don Manuel Valverde por su magnífico trabajo, que en esta ocasión es por partida doble, ya que a ellos corresponden enteramente tanto la talla como la maravillosa policromía con la que los han engalanado y embellecido. La parte de orfebrería es obra de Don Emilio León. Os dejo con unas fotos.
Termino por hoy. Como siempre nuestra felicitación a Don Andrés y Don Manuel Valverde por su magnífico trabajo, que en esta ocasión es por partida doble, ya que a ellos corresponden enteramente tanto la talla como la maravillosa policromía con la que los han engalanado y embellecido. La parte de orfebrería es obra de Don Emilio León. Os dejo con unas fotos.
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