.

.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Peregrinos cruceros en la JMJ (y III)

por Juan Antonio Bello Jiménez

“No os quedéis a Cristo para vosotros, compartid con otros la alegría de vuestra fe” (Benedicto XVI)


Sábado. Los primeros rayos de luz entraban por los ventanales de aquel polideportivo. Los peregrinos preparaban todos los abalorios típicos de una acampada a la intemperie. Auguramos que iba ser un día duro pero nuestras ganas eran insaciables. Cuatro Vientos sería esa noche el “hogar” de casi dos millones de personas.


Antes de nuestra partida hacía el aeródromo, concelebramos una emotiva misa con todos los jóvenes de la Diócesis de Córdoba. El reencuentro con amigos y conocidos  nos llenó de satisfacción y alegría.

Con nuestras inseparables mochilas y el Pase de Peregrino al cuello emprendimos nuestra marcha. Los chambergos de color naranja y las camisetas para la ocasión daban un toque de color al asfalto que pisábamos. A lo largo de unos diez kilómetros de peregrinaje tuvimos una ocasión especial para dialogar, intercambiar experiencias y conocernos más a fondo.


El agua en aquel recorrido era el bien más preciado que se podía obtener. Cuando las temperaturas alcanzaban grados desorbitados y el sudor nos bañaba, aparecieron ellos. ¡Los bomberos! Al verlos, nos pareció cual oasis en mitad del desierto. La desbandada en carrera hacía donde estaban fue generalizada y le suplicábamos ese baño de agua para aliviar nuestro calor y llegar sin desfallecer al gran punto de encuentro de la JMJ.

Impacientes y expectantes por llegar a esa explanada kilométrica, observamos en todo el recorrido de nuestra peregrinación el trabajo que estaban desempeñando los servicios de seguridad, médicos y voluntarios. Era digno de alabar el esfuerzo que hicieron para que todo discurriese con normalidad. Agradeciéndolo y vitoreándoles en más de una ocasión desembocamos en la recta final de nuestro destino.

Como si tratase de la desembocadura de varios ríos en un mismo mar, los peregrinos llegábamos por distintos caminos, confluíamos y nos encaminábamos a aquellas gigantescas puertas de entrada al aeropuerto. Estampa inenarrable aquella y de película la fotografía que allí había. Las banderas de países que ni siquiera sabíamos de su existencia ondeaban juntas a los más conocidos. Era una auténtica marea humana compuesta por peregrinos, sacerdotes, monjas, misioneros, frailes… de todas las naciones del planeta, parecíamos una gran familia. Incluso algunos daban la sensación  que se habían criado en el mismo barrio por la cordialidad y hermandad que allí se profesaban. Sin lugar a dudas, aquello era una gran muestra de Iglesia Universal.

Salvando el desnivel del terreno, como fin de etapa peregrina, llegamos a nuestra meta particular, Cuatro Vientos. No había calificativos para su descripción y no dábamos crédito lo que contemplaban nuestros ojos. Era la mayor concentración de personas que jamás habíamos visto, se nos perdía la vista en el horizonte y parecía infinita aquella masa humana. Tan sólo divisábamos un escenario de dimensiones colosales que se erigía al fondo de todos aquellos peregrinos. ¡Estábamos sobrecogidos!


Asentándonos donde buenamente pudimos, observamos que los peregrinos no paraban de llegar a aquellas cuadrículas de tierra aeroportuarias articuladas por pistas de aterrizaje. ¡No cabía nadie más! Éramos auténticas “fichas de tetris” encajadas unas con otras. Pero teníamos bastante claro que el individualismo estaba vetado en aquel lugar y que nuestra misión no era otra que la de compartirlo todo, incluso el espacio. La concordia entre peregrinos era ejemplar y nos preguntamos si lo que estaba sucediendo entre ese par de millones de almas no podían incluirlo en el perfecto manual del civismo del ser humano. Tan sólo podía ser obra de Dios.

Llegó la tarde-noche y el sol  que nos había estado castigando durante todo el día se escondía. Habíamos saciado el hambre y la sed remitía gracias a las grandes cantidades de agua que ingeríamos. Mientras hacíamos espera a la llegada del sucesor de Pedro, comentábamos que lo que estaba ocurriendo a nuestro alrededor no era posible sin la fe de aquellos peregrinos como respuesta a Cristo.


El Papa Benedicto llegó al encuentro y la Gran Vigilia de los jóvenes dio comienzo. Cuando el Santo Padre se dirigió a los que estábamos presentes, la réplica salida de aquellas miles gargantas fervorosas fue estremecedora. Aquel diálogo trajo desde el cielo el agua que tanto habíamos ansiado en la sofocante mañana, y un vendaval que hizo que se paralizase todo. El Papa con un “baño de rejuvenecimiento” transmitido por todos los presentes aguantó impertérrito al viento y la lluvia en aquel escenario. Lo consideramos como un peregrino más, no podía abandonar a los jóvenes que sin achantarse aguantaron en aquella explanada el temporal con una entereza pasmosa.

Entre el barro generado por la lluvia, los peregrinos se arrodillaban ante el Santísimo expuesto en la custodia de Arfe. La adoración silenciosa fue uno de esos momentos de intensidad de la noche que nos traían a la mente, el por qué estás ahí y para qué. La fe sabíamos que era un sentimiento muy personal pero esa noche se vivió en comunidad mundial. 


Domingo. Despuntaba el sol de la mañana y la megafonía del aeródromo fue el despertador para aquellos miles de jóvenes. Con legañas en los ojos todavía y mientras nos tomábamos el desayuno de aquel fabuloso “picnic”, comentábamos el silencio y la paz con los que había discurrido la noche.  

Era un gran día, los cientos de miles de jóvenes celebrábamos la Misa del Envío junto al Santo Padre. Manifestábamos una alegría exuberante y estábamos deseosos de escuchar la sapiencia del Papa en su homilía. Múltiples mensajes envió y nos nombró emisarios, diciéndonos, entre otros muchos,  que llevásemos al mundo entero la alegría del Evangelio.

Aquellos seguidores de Jesús jamás íbamos a olvidar la experiencia vivida, donde el invento llamado JMJ “Made in Juan Pablo II” nos había provocado un arañazo en el corazón y el regocijo en nuestro interior era indescriptible. Nada acaba, todo empieza. Nos dimos cuenta que la cruz de metal de la cajita blanca brillaba más de lo habitual en los peregrinos.

Emprendimos la vuelta y tras un largo y cansado viaje llegamos a nuestras casas.

-------

Me dispongo a deshacer la maleta al día siguiente y a ordenar todo lo que traía. Al coger la mochila del peregrino me acordé de aquella cajita blanquecina en la cual estaba aquel curioso prospecto. Buscando entre la amalgama de cosas la encontré, y por tercera vez sacaba aquel papel doblado. Pero ahora sí, sentado tranquilamente en el salón de mi casa y sin nada que me lo impidiese me dispuse a leer:

“Nadie tiene amor más grande…”.Y tras ésta se lee: “Use el crucifijo durante la JMJ, antes y después. Le será útil durante toda la vida”. Y añade: “La Cruz de Cristo cura todas las enfermedades espirituales, fruto de los pecados personales”.

En el apartado “Qué es el crucifijo y para que se utiliza”, el prospecto explica que “el principio activo del crucifijo es el Amor de Dios a los hombres, que se manifiesta de forma perfecta en la Cruz de Cristo, en su entrega plena”. También señala que “la Cruz es el signo del más (+): lo que une el cielo y la tierra y lo que nos une a los hombres”.

Entre otras advertencias dice: “Siempre cuesta llevar la cruz, especialmente cuando se presenta sin buscarla”. “Si ha vivido lejos de Dios, es probable que experimente alguno de estos síntomas, con mayor o menor intensidad, según sus circunstancias: costarle reconocerse pecador y no aceptar la realidad del pecado en su vida, padecer algún trastorno interior: soberbia, lujuria, ira, avaricia…”

El “modo de empleo” del crucifijo anima a llevarlo encima, ponerlo en muchos lugares, mirarlo y dejarse hablar, besarlo y usarlo para rezar. Los “efectos secundarios” de tener la Cruz de Cristo son “vivir con alegría, abandonado en las manos de Dios; superar con garbo las dificultades de cada día; tener fortaleza y personalidad para ir contracorriente; llevar una vida doble y limpia; santificarse en su trabajo y servir a los que viven y trabajan en su entorno” y cuatro más.

Si “omitió tomar esta medicina” (por pereza, ignorancia o intencionadamente), los “síntomas” descritos son: “erupciones de rencor y alteraciones en la capacidad para olvidar las ofensas; tartamudeo al articular palabras de perdón; disminución de la compasión y la comprensión ante los fallos ajenos; incontinencia de la ira; la lujuria y la soberbia; vértigos de vanidad; visión borrosa de la realidad: donde hay hermanos se ven enemigos” y otros cinco.

Pude leer al final del prospecto:”Mantenga el crucifijo al alcance y la vida de los niños, jóvenes y mayores. Todos encontrarán en la Cruz de Cristo la verdadera felicidad, para si mismos y para los demás”.

No salía del asombro de esta verdadera obra de arte y manual de la Cruz de Cristo plasmado en este prospecto. A medida que leía me di cuenta que muchas de las indicaciones que estaban recogidas las venía aplicando por condición cristiana y otras no tanto por condición humana. Pero me dije para si mismo que era un buen momento para empezar el tratamiento.

Aquel prospecto era de una singularidad deslumbrante para ese “fármaco espiritual”. Jamás había pensado que aquella cajita blanca con la Cruz Verdadera de Cristo contenía esa medicina que no caduca y que puede sanarnos el corazón. ¡NO PRECISA RECETA MÉDICA!


Quisiera dedicar estas líneas a todos aquellos que quisieron y no pudieron estar en la JMJ por distintos motivos. A todos aquellos que no quisieron y si pudieron. A mis hermanos cruceros por los momentos vividos con ellos. A los peregrinos de  la Parroquia  Santa María la Mayor de Baena,  y muy en especial  a su sacerdote D. Miguel David Pozo León. Y como no,  a mi amigo y Rvdo. D. Ignacio Sierra Quirós, verdadero “culpable” de haber vivido una experiencia que difícilmente se borrará de mi memoria.    


Castro del Río, 14 de septiembre de 2011, día de la Exaltación de la Cruz.
  

3 comentarios:

  1. Estimado Juan Antonio:

    Muchas gracias por tan magnífica crónica de las inolvidables jornadas que durante el pasado mes de Agosto tuvistéis la suerte de poder vivir. No cabe duda que el pormenorizado relato que en estos tres capítulos nos has hecho no es sino fiel reflejo de cuantas enriquecedoras experiencias llegastéis a atesorar.

    Ahora bien, me vas a permitir que por encima de todo destaque algo que puede parecer insignificante. Permíteme que me quede con la frase con la que comenzaste la serie y que hoy has vuelto a utilizar para dar por terminada tu excelente crónica: "NO NECESITA RECETA MÉDICA". Cuánta razón en tan pocas palabras, cuántos argumentos, cuánta certeza. "NO NECESITA RECETA MÉDICA".

    En fin, la feria la tengo -literalmente- ya en la puerta, como otros años. El lunes próximo, cuando haya pasado todo, será tiempo de análisis y preparación, quizás con otro punto de vista, de un nuevo curso en diversos aspectos, en el educativo, en el profesional e, incluso, en éste de las "cofrades devociones".

    Hoy, como otros años, creo que es un buen día para hacer balance del verano. Para realizarlo adecuadamente, me gustaría volver a recordar el llamamiento que el creador y dueño de este blog, nuestro querido Michelna, hizo a principios de verano. Si recordáis, solicitaba la colaboración de todos para mantener vivo este espacio durante el largo estío. A él hemos acudido algunos, menos de los deseados, pero, al menos por mi parte, siempre con la intención de dar a conocer aspectos de nuestra Hermandad, de nuestra Semana Santa y de nuestro pueblo que pudieran resultar de interés. Cosa distinta es que lo hayamos conseguido. Por si no hubiera sido así, con el mismo objetivo seguiremos -en lo que a un servidor respecta- mientras nuestro anfitrión no tenga nungún tipo de inconveniente.

    Ya termino. En otros tiempos, en el Jueves de feria - tal día como mañana- acostumbrábamos a inagurar, de una manera sui géneris eso sí, nuestro particular curso cofrade. Circunstancias que ahora no vienen al caso han impedido que lo hayamos seguido haciendo de tan particular forma en los últimos años. Así que, por si no aparecemos por aquí en estos festivos días, sólo me resta desearos a todos -sin excepción- los que por aquí navegáis, una feliz y dichosa Feria Real. Si Dios quiere, nos vemos en ella.

    ResponderEliminar
  2. Dame pan y llamame tonto

    Antes que nada, pediros excusas por mi escasa, por no decir nula aparición en los comentarios desde el pasado mes de julio, pero habréis de entender que la época del "espelecho", en la especie a la que pertenezco es harto complicada, similar a la tontuna juvenil o edad del pavo, como se solía expresar en nuestro pueblo.

    Don Nicolás, dame pan y llámame tonto, esa es la práctica habitual que vengo observando desde la ya pretérita época del foro, y posterior advenimiento del blog de michelna.

    Todos, yo el primero, nos adocenamos, nos acomodamos y esperamos que sean otros, los que nos amenicen algún tiempo y nos llenen algunos minutos de observación, de curiosidad, o de pasatiempo en la red virtual "by the face", o vulgarmente "por la jeta".

    Releyendo algunas entradas, veo que algunos se empeñan en una labor casi imposible, me refiero a la existencia de trolls, flamers y demás variopinta fauna de la red. Como dijo alguien alguna vez, “dejadlos, por que no saben lo que hacen”, pero esto no supone que alabe la labor de los “manijeros” del Blog en orden al borrado o edición de los comentarios que se viertan en las distintas entradas.

    Mi más sincera enhorabuena a los “muchachos” que tuvieron la grata posibilidad de visitar “el foro”, y en este caso me refiero a la Capital, en la JMJ. Estoy plenamente convencido que pasaron unas jornadas inolvidables, amén de desarrollar otras actividades complementarias a las propias de las jornadas, me refiero evidentemente a las de carácter cultural, por supuesto, que ya me veo a algunos malpensantes urdiendo teorías conspiranoicas.

    En fin, a ver si me pongo las pilas, que el “espelecho” ha sido duro y prolongado, y como siempre, cosa que veo que algún anónimo ha tomado en consideración, pero que de verdad sea en esa forma,

    PAZ y BIEN

    ResponderEliminar
  3. Agradezco tus palabras Nicolás. Con estas lineas tan sólo he intentado narrar lo que vivieron miles y miles de jóvenes en Madrid con la JMJ.

    He de confesar que era reacio a escribir vivencias tan personales como ésta pero me sentía en la obligación de transmitir esta experiencia y compartirla.

    Espero que con estas palabras haya contribuido con mi granito de arena a este fabuloso espacio virtual.

    Un abrazo en María Stma.

    ResponderEliminar