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jueves, 22 de noviembre de 2012

Para muestra un botón

Afortunadamente vivimos tiempos en los que existe plena libertad de expresión. Qué duda cabe. Desde ella, en defensa de sus postulados, no reparan algunos, en mi opinión de forma más que despectiva, en utilizarla para menospreciar la brillante y dilatada trayectoria de quien estaba tranquilo en su casa y fue requerido con urgencia para que intentara restañar tantas heridas como provocó el ya antiguo atropello, hecho que, sin temor a equivocarse -así lo viene demostrando el paso del tiempo-, fue hijo más que legítimo de la irresponsabilidad y de la arrogancia, hermano bien avenido de la improvisación, familiar directo de la inconveniencia, del despilfarro y de la más irrealizable y descabellada planificación.

Pero poco o nada importa ya. Es lo que tienen estas cosas. Eso y lo que tantas veces hemos hablado, lo perjudicial que llegan a resultar en muchos momentos las desmedidas aficiones, que se pica uno con ellas y lo único que se alcanza a saber es cuándo y cómo empiezan. Desgraciadamente, en más de una ocasión, nunca cómo y cuándo se acaban. Paciencia, pues... y tiempo al tiempo, que dicen que siempre hay que respetar aunque no se comparta, porque llegar, como dijo el insigne poeta, todo llega, y todo pasa...